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Un agosto fantasmagórico con Eerie

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EERIE_10-printCreepy y Eerie se ganaron su lugar en la historia de los cómics desde el mismo principio. En el otoño de 1964, mientras los cómics de superhéroes disfrutaban de una exitosa recuperación, la Editorial Warren volvió a llevar los cómics de terror a los kioscos por primera vez desde los años 50, esta vez en revistas en blanco y negro en lugar de en formato comic-book. Eso significaba que Warren no necesitaba ni solicitaba la aprobación de la Comics Code Authority. Y bajo los auspicios del guionista/editor Archie Goodwin, con algunos de los mejores dibujantes de cómic de la época entregando sus mejores obras, las dos antologías de terror de Warren se convirtieron al instante en las favoritas de los aficionados.

Pero, la “Edad de Oro” de las revistas Warren terminó pronto. Goodwin cambió de aires, y con él los dibujantes más populares. Se rebajaron las tarifas por página. Artistas inexpertos, aunque con talento, que no eran tan pulidos como los aficionados de los primeros números habrían deseado, mientras que los profesionales más veteranos entregaban trabajos toscos y con aspecto de haber sido hechos con prisas. Reediciones de los “días de gloria” colmaban número tras número. Pero con mucho empeño, tenacidad y la vieja destreza empresarial, las revistas continuaron sin perder ritmo. Una tercera antología de terror se unió a Creepy y Eerie en 1969: Vampirella, con una anfitriona que protagonizó su propia serie de historias. El corral de Warren empezaba a parecer interesante otra vez. Pero al comenzar la nueva década había que enfrentarse a un monstruo: la competencia.

Las ventas de los cómics de superhéroes habían descendido significativamente a principios de los años 70, y ya no se consideraban buenas propiedades de cara a la “taquilla”. Sin embargo las editoriales de cómics se dieron cuenta de un fuerte aumento en las ventas de sus títulos de “misterio” (misterio era el eufemismo aprobado por el Comics Code en el campo de los comic-books para referirse al terror), y respondieron adecuadamente. Además, el Code relajó sus restricciones en lo que respectaba a vampiros y hombres lobo, así que por primera vez se permitió que aquellas criaturas de la noche deambularan libremente en un ambiente de cuatricromía desde que el Code las prohibiera casi 20 años atrás. Aquello aumentó las posibilidades de las historias y las ventas despegaron. Mientras que los luchadores enmascarados contra el crimen perdían el favor del público, los cómics de terror disfrutaron de un renacimiento. A finales de los años 70, los kioscos no necesitaban cómics de terror, precisamente.

Puede que aquel año fuera el momento culminante del resurgimiento del cómic de terror, con la mayor cantidad de títulos de terror en los kioscos desde los años 50. Casi todas las editoriales de cómics tenían antologías de terror (incluso Archie Comics se subió al carro con Chilling Adventures in Sorcery as Told by Sabrina). Con tantos títulos de terror aullando en busca de atención y una parte escasa de la renta disponible de los lectores para gastar en cómics, ¿cómo se las arregló para competir la panda que revivió este mercado?

Mientras otras editoriales expandían y saturaban los kioscos, que dio como resultado que sus infladas líneas de cómic perdieran calidad, Warren se concentró en mantener su línea de cómics simplificada y optimizada al limitarla a tres cabeceras. Y aquellas cabeceras habían madurado desde sus influyentes primeros números. El “final sorpresa” sirvió bien a Creepy y a Eerie en sus primeros años, y sin duda, siguió siendo algo así como esencial, pero ahora, con docenas de revistas de terror que utilizaban el mismo enfoque, a los guionistas de Warren no se les negaba la posibilidad de realizar historias que fueran provocativas, emotivas e incluso personales. Un excitante grupo de dibujantes españoles estaban provocando cierto alboroto, y dieron a las revista Warren un aspecto fresco y característico. Se permitió que las antologías de terror evolucionaran. Y ningún otro título de Warren evolucionó de una manera más intrépida e inesperada que Eerie.

Warren dio un arriesgado paso al presentar en Eerie muchas series de continuará. Sí, hubo una historia continuada de Drácula en dos de los primeros números de Creepy, así como episodios de Thane el bárbaro y una adaptación del Yo, robot de Eando Binder que continuó durante varios números. Pero las historias de Thane y de Adam Link aparecían de manera infrecuente, y raras veces de manera consecutiva. Comenzando con Dax el guerrero (que presentaba un dibujo exquisito de Esteban Maroto), el nuevo Eerie sería el muelle desde el que zarparían una serie corta sobre Drácula (¡derivada de la serie de Vampirella!), y series finitas de personajes arquetípicos como la Momia o el Hombre lobo. Y aquello no fue más que el principio, Eerie terminaría convertida en una antología de series que presentaba nuevos personajes y conceptos. Los números recopilados en este tomo señalan el principio de esta fase.

Los personajes de continuará comparten espacio con historias independientes de terror, lo que no quiere decir que las historias independientes fueran de “relleno”. Por ejemplo, Marvin, la Cosa Muerta es una chistosa parodia sobre los diferentes monstruos del pantano que merodeaban por los cómics de la competencia. La hija de Satanás, escrita por el prolífico y extremadamente creativo Doug Moench, tiene el que considero el mejor diálogo jamás escrito en los cómics para el diablo. En otras palabras… ¡inquietante! También vemos historias más largas y experimentos narrativos, con los exagerados diseños de página de Rich Buckler. El dibujo de Paul Neary proporciona un ambiente de terror a la ciencia ficción, mientras que Esteban Maroto introdujo una nueva sensualidad en los cómics destinados al público estadounidense. El guión de Bill DuBay para El hijo de Drácula utiliza las líneas temporales de manera muy inventiva… algo muy raro en los cómics de aquella época. Y el siempre inteligente e imaginativo Steve Skeates aporta historias que resultan igual de provocadoras y subversivas que si se hubieran escrito en la actualidad (mirad El discípulo… ¡Muy oportuna!). Eerie fue precursora de lo que iban a ser los cómics. Voy a atreverme a decir que fue Vértigo antes de que existiera Vértigo.
Incluso los asuntos editoriales sufrieron cambios. El director editorial James Warren y el editor Bill DuBay insuflaron vida a todo el paquete con diseños de página más elegantes, una atractiva visualización de fuentes de letra, páginas de correo más compactas, biografías de los creadores y recomendaciones de fanzines… ¡Incluso un juego de mesa para que lo montaras tú mismo! Realmente realizaron un esfuerzo para que los lectores aprovecharan bien su dinero, y se nota. Fue una época interesante en la historia de la longeva revista. No digo que cada historia o serie de Eerie fuera un exitazo, pero la despreocupada actitud del vale todo, del probemos esto a ver si se mantiene, es algo muy emocionante de observar. Es lo que separó a las cabeceras de Warren del resto de la manada.

Eerie en 1973: Entretenida en plena evolución por Batton Lash


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